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El cambio en las cadenas de suministro mundiales no ha empezado en las minas, sino en las tiendas donde se ensamblan los ASIC especializados. Los mayores fabricantes de hardware -Bitmain, Canaan y MicroBT-, que controlan más del 90% del mercado mundial, han puesto en marcha líneas piloto en Estados Unidos en un esfuerzo por proteger los productos acabados del arancel aduanero acumulativo del 30% anunciado en abril.
La nueva logística cambia radicalmente el equilibrio de poder. Aunque Norteamérica representa alrededor de un tercio del hachís mundial, casi toda la base elemental sigue procediendo de China. Los mineros estadounidenses tienen que pagar de más por el transporte y asegurar los suministros, mientras que los ensambladores chinos asumen los costes de traslado y certificación. Sin embargo, el suministro local puede reducir el tiempo que se tarda en poner en marcha una explotación de seis meses a ocho semanas, lo que es fundamental de cara a la próxima reducción a la mitad.
El incentivo económico es obvio: Frost & Sullivan calcula que el mercado de ASIC ascenderá a 12.000 millones de dólares en 2028, y las nuevas fábricas pueden añadir hasta un 5 % a los márgenes brutos de los fabricantes gracias a los incentivos fiscales de las zonas industriales. Al mismo tiempo, está surgiendo un factor regulador. Empresas estadounidenses como Auradine ya están presionando para que se restrinjan las importaciones de “electrónica sensible”, alegando riesgos de seguridad para las redes eléctricas.
Marathon Digital, la mayor minera estadounidense que cotiza en bolsa, apuesta por la diversificación: esta mañana la empresa ha liderado una ronda de 20 millones de dólares para Two Prime, obteniendo acceso exclusivo a una estrategia de ingresos por intereses de 2.000 BTC en lugar de los 500 anteriores. Según el director de inversiones de Marathon, la operación financiará la compra de una nueva generación de hardware sin aumentar su carga de deuda.
Los vendedores chinos están respondiendo con flexibilidad. Bitmain lleva desde diciembre ensamblando los Antminer S21 en una línea alquilada en Texas, Canaan ha lanzado un lote de prueba y MicroBT está contratando a socios de EMS en California. Los fabricantes están ganando tiempo antes de ultimar las configuraciones arancelarias, al tiempo que ponen a prueba las cadenas locales de suministro de chips.
Para los pools de minería y los centros de alojamiento, se trata de una doble noticia. El hardware se está encareciendo entre un 8 y un 12% debido a las deslocalizaciones de fábricas, pero la disponibilidad de servicio en EE.UU. está reduciendo el tiempo de inactividad. La densidad de hachís por megavatio en los centros estadounidenses ya está creciendo: los operadores están cambiando a chips de 5nm más eficientes energéticamente, nivelando la presión sobre los precios de la electricidad, de la que las granjas consumen unos 10GW.
A nivel macro, la política comercial de la Casa Blanca está acelerando un cambio largamente esperado: la minería de Bitcoin depende cada vez menos del hardware asiático y del capital de la capital, formando un ecosistema autosuficiente en Norteamérica. Los contras son mayores costes de capital y la necesidad de reciclar al personal cuando cambian los modelos. Los pros: menores riesgos logísticos, afluencia de empleos de alta tecnología y una jurisdicción más transparente para los inversores institucionales.
La elevada competencia dentro del sector ya está impulsando los saltos tecnológicos. El periodo de amortización de un nuevo Antminer a 117.000 dólares por BTC se mantiene en torno a los 14 meses, y la reducción prevista del consumo de energía a 18 J/TH tiene el potencial de devolver la cifra al horizonte de un solo dígito. Los inversores siguen de cerca si la cadena de suministro mejorada será capaz de suministrar un volumen suficiente antes de la reducción a la mitad de 2028, cuando la recompensa por bloque cae a 1,5625 BTC.
La posterior asignación de capacidad mostrará si América se convertirá en un centro de minería de hardware en toda regla o si la principal base de producción seguirá estando en el Sudeste Asiático. Pero ya está claro que la presión combinada de los aranceles y el capital está desencadenando una ruptura estructural que desplazará a la industria de “donde es más barato” a “donde es más seguro”.