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Los tokens de perros y ranas se consideraban antaño gags ruidosos de Internet, pero un nuevo estudio de Galaxy Digital muestra su evolución hacia una clase de activos sostenible. El analista Will Owens señala que las memcoins están captando la atención y los fondos del público, convirtiendo el humor en un potente motor para atraer nuevos usuarios. Según los cálculos del equipo, la liquidez total del sector es comparable a la de las principales altcoins, y las comisiones diarias generadas por el comercio alimentan con confianza la infraestructura de la red.
Las comunidades en torno a Dogecoin, Shiba Inu, Pepe y cientos de recién llegados crean mundos enteros de memes, colecciones de NFT y términos propios. Esto mantiene a los activos en el candelero mediático incluso fuera de las fases de crecimiento, formando un ciclo continuo de interés. Los investigadores subrayan que las memcoins se han convertido en una especie de pase social al universo de las criptomonedas, donde el umbral de entrada equivale al coste de un chiste.
Merece especial atención el auge del servicio Pump.fun, basado en Solana. Los usuarios sólo necesitan un par de clics para emitir un token con un tope de mil millones de unidades y lanzar instantáneamente un fondo de liquidez. En 2025, varios miles de estas monedas pasaron por la plataforma, y el pico de carga proporcionó pagos récord a los validadores de Solana. Aunque la mayoría de los proyectos viven durante días, la propia mecánica se ha convertido en un campo de pruebas para nuevos modelos de lanzamiento de activos y asignación de participaciones.
La alta volatilidad no asusta a los operadores; al contrario, aporta a las bolsas y a los creadores de mercado unos ingresos estables. Mientras tanto, las blockchains están siendo sometidas a pruebas intensivas bajo carga real, lo que acelera el desarrollo de optimizaciones de ancho de banda y almacenamiento. El sector de los tokens humorísticos, que ha anunciado docenas de actualizaciones y puentes, actúa como catalizador de mejoras tecnológicas diseñadas entonces para activos más “serios”.
Los líderes del sector ya están construyendo índices de los representantes más líquidos, los fondos de cobertura están lanzando estrategias de arbitraje entre cadenas y los diseñadores están gamificando la propiedad de las monedas mediante niveles de acceso a contenidos.
El impacto económico va más allá de las pantallas: las comisiones cobradas por cada transacción sustentan ecosistemas enteros de monederos y aplicaciones de análisis. Un inversor privado que compra un token simulado de “gato espacial” financia en realidad el escalado de las capas de almacenamiento, estabilizando así las redes para el resto de los usuarios. Así es como los objetos de ironía masiva se convierten en microdonaciones del desarrollo de blockchain.
Observadores externos sugieren que la próxima ola de crecimiento de memcoin volverá a coincidir con grandes acontecimientos deportivos y campañas políticas, donde las imágenes humorísticas se convertirán en publicidad viral. Cuanto más se conecta la cultura con las finanzas, más vívidamente emerge un nuevo tipo de economía digital, en la que el precio del ingenio puede impulsar industrias enteras.